Entre el arte y la ciencia: Leonardo y el hombre de Vitruvio
Marco Vitruvio Polión nació en el año 80 a. C., y perteneció al ejército romano en tiempos de Julio César. Era experto en el diseño de maquinaria de guerra, y sus obligaciones militares lo llevaron a atravesar la península ibérica y viajar hasta el norte de África. Después trabajó como arquitecto civil, aunque de su obra solo nos ha llegado un libro. De hecho, es el único tratado de arquitectura que se conserva de la Antigüedad clásica.
Durante la mayor parte de la Edad Media, la obra de Vitruvio cayó en el olvido. Hasta que a principios de la década de 1400, sus textos fueron redescubiertos y difundidos por los primeros humanistas. Así llegó a convertirse en un referente para los artistas del Renacimiento, entre ellos Leonardo da Vinci.
¿Por qué las ideas de Vitruvio, dormidas durante siglos, despertaron el interés del genio más innovador de la historia? La clave está en una idea que se remontaba a Platón, y que ahora definía el humanismo renacentista: la relación entre el microcosmos del hombre y el macrocosmos de la Tierra.
Vitruvio escribió: «Es imposible que un templo posea una correcta disposición si carece de simetría y de proporción, como sucede con los miembros o partes del cuerpo de un hombre bien formado.» Leonardo tomó la idea, pero para fijar las proporciones ideales se basó en su propia experiencia y en sus estudios de anatomía. Por eso, menos de la mitad de las veintidós medidas que menciona en su dibujo coinciden con las de Vitruvio.
El Hombre de Vitruvio de Da Vinci no es un boceto, sino una obra maestra que entrelaza lo humano con lo divino. Simboliza un momento en que el arte y la ciencia se combinaron para trascender el paso del tiempo y, todavía hoy, permitir que nos formulemos las preguntas eternas sobre quiénes somos y cómo encajamos en el orden del universo.