Casas malditas y terror cotidiano: el legado de Shirley Jackson
Reivindicada por autores como Stephen King, Donna Tartt y Neil Gaiman, Shirley Jackson (1916 - 1965) es hoy una de las escritoras de terror más influyentes del siglo XX.
Miedos hogareños
Escribió seis novelas y más de cien relatos, en los que supo crear atmósferas angustiosas a partir de situaciones cotidianas. En lugar centrarse en causas sobrenaturales, Shirley Jackson nos demuestra que el terror doméstico puede resultar mucho más perturbador que una aparición fantasmagórica.
Esto ocurre incluso en su novela más célebre, La maldición de Hill House (1959). Es una historia de fantasmas, pero los verdaderos problemas ocurren en la mente de los personajes. Se puede escapar de una casa maldita, pero nadie consigue huir de sus pesadillas.
Stephen King ha reconocido la influencia de esta novela en algunas de sus obras, en especial en El misterio de Salem’s Lot. La maldición de Hill House ha sido llevada al cine en dos ocasiones (como The Haunting, en 1963 y en 1999), y también ha sido adaptada en forma de serie para Netflix.
Dime a qué le temes y te diré quién eres
Más de medio siglo después de su muerte, hoy es una autora de referencia en el género del terror. También destaca por su forma de retratar a los personajes femeninos. Muchas mujeres de su época se identificaban con las situaciones claustrofóbicas (del mundo real) en las que se veían atrapadas.
En sus historias suelen aparecer jóvenes solitarias e incomprendidas, que se sienten obligadas a interpretar un papel y renunciar a su mundo interior. Para la autora, lo paranormal no impide ejercer la sátira social.
Esta combinación llevó a un crítico de su época a referirse a Shirley Jackson como «Virginia Werewoolf». Aguantó estoicamente referencias a la brujería (un tema que ella estudió a fondo) y ocurrencias como «La señorita Jackson no escribe con pluma, sino con el palo de una escoba».
Escalofríos a la vuelta de la esquina
Entre los años 40 y 50 publicó numerosas historias en The New Yorker y otras revistas. Sus relatos mostraban a una autora ingeniosa y a sus lectores les complacía su tono humorístico. Hasta que llegó La lotería (1948).
Este relato destaca por su contenido descarnado, sobre todo teniendo en cuenta la época en que fue escrito. En él revela, con un humor perverso, un desenlace terrible en un pueblo pequeño y tranquilo. Tranquilo como el lugar en el que residía la autora. No solo horrorizó a sus lectores: estaban furiosos con ella.
No le gustaban las entrevistas y, después de la polémica que generó La lotería, se negó a dar explicaciones sobre su obra. Para ella, todas las respuestas estaban claras. Hoy se siguen leyendo sus historias (en especial, La lotería) y nadie recuerda a quienes la cuestionaron.
En (casi) todas las familias hay un cuento gótico
Su última novela, Siempre hemos vivido en el castillo (1962), es una historia escalofriante. Dos hermanas conviven con su tío, un anciano que solo piensa en el pasado, en un caserón familiar que ha conocido tiempos mejores.
Constance, la mayor, y Merricat, todavía adolescente, pasan sus días completamente aisladas del pueblo, con el que solo comparten rencores y cuentas pendientes. En un principio parecen solo dos mujeres excéntricas, excepto por un detalle: una de las dos asesinó a toda su familia cuando era solo una niña.
En esta historia claustrofóbica se percibe, entre otros temores, la incomodidad que suscitan las personas aparentemente diferentes y el miedo a enfrentarse con el mundo real.
Como afirmó la propia autora: «Creo que la noción popular del escritor como una persona escondida en una buhardilla, incapaz de afrontar la realidad, es probablemente acertada».