La fotografía: arte y testimonio de diversidad
Captar una imagen está hoy al alcance de cualquiera. Todos llevamos una cámara en el bolsillo y la usamos de forma compulsiva. No le damos muchas vueltas al hecho de hacer fotos y, muchas veces, las almacenamos y sin volver a verlas. Lo más fascinante es que, a pesar de todo, la fotografía sigue siendo un arte. Y una buena fotografía puede cambiar nuestra visión del mundo.
¿Es un arte? La pregunta se formuló por primera vez hace más de un siglo y medio. Había quien afirmaba que para practicarla solo hacía falta algo de técnica y nada de imaginación. Hoy, por supuesto, la fotografía está presente en museos y es la protagonista de numerosos premios de prestigio.
Decimos que la fotografía es artística porque requiere creatividad y es capaz de plasmar emociones. También porque precisa capacidad analítica y transmite ideas abstractas.
Pero más allá de las cualidades que convierten una foto en una obra admirable, es un medio que puede despertar conciencias. Por ejemplo, cuando nos muestra los efectos de la actividad humana sobre el planeta. O las condiciones en las que viven algunas sociedades con menos oportunidades que la nuestra.
Cuando vemos la imagen de un glaciar, con toda su inmensidad, o la frágil belleza de un bosque tropical, no necesitamos palabras para comprender que formamos parte de un mundo complejo e interconectado. Esa es la magia de la fotografía. La visión de un lugar inexplorado o de una cultura lejana tiene que hacernos sentir afortunados de compartir un planeta maravilloso. Y motivarnos para hacer todo lo posible para preservarlo.